El camino es largo y la marcha lenta, inexorable el viaje que nos ha obligado a hacer el destino en estos tiempos aciagos, en los que no hay cuartel para el cansado viajero, ni posada, ni catre, ni resguardo. Enfundado en su capa de viaje se acurruca junto a su montura para sentir calor, el calor de la compañía, el calor de las risas amigas en una taberna junto a un fuego en el hogar, y una jarra de cerveza donde ahogar penas y risas, risas y penas.
El último caballero en el mundo, ve en los ojos que lo rodean calor, pero también frío. El frío intenso de la mañana invernal que encogería su propio corazón. ¿Qué estamos haciendo? ¿A dónde hemos llegado? ¿Qué ha pasado en esta tierra? ¿No queda ya un alma pura, sincera, sin ese frío que hiere, que duele, que daña…?
A veces es mejor acurrucarse junto a la montura, enfundado en una capa, y recorrer tu camino solo.
A veces es mejor no forzar al destino, no interferir en el plan, saber renunciar al lugar, al momento, a la compañía…
Otros lugares vendrán, otros momentos, otras compañías…
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